La Veneco va con una maleta y sus
tarjetas de identificación ciudadana como Venezolana y Colombiana. Repleta de
duplicados porque la buscan, va indagando su
propia ciudadanía como Veneco. De un lado a otro ella se
identifica con ambas cédulas, en escasos pasos y minutos de un lado es
Venezolana y del otro es Colombiana. En el medio, ella no puede hablar de sus
desesperanzas y miedos, la oscuridad de la frontera la asecha, ella es ilegal,
es ilícita, es de ambas naciones enfrentadas. La buscan porque como Veneco no tiene identificación, ella de a
pie, padece los embates de una caminata que va en búsqueda de su propia
ciudadanía, por un lado, necesita comer y tener medicamentos, por otro necesita
gasolina y pesos. Es agobiante reconocer que no existe soberanía, solo la
sobrevivencia entre el dolar, el bolívar y el peso. Cuál es su
identidad, si el valor de su mirada lo suplanta el uno del otro por tanta agonía política.
Puente Internacional Simón Bolívar (Frontera Colombo-Venezolana)
Como venezolana la discriminan,
como colombiana genera resistencia, el sentimiento de ser hija de Padre
Colombiano y Madre Venezolana, solo está en la separación de dos tarjetas de identidad. Así como fue la separación de sus
padres, así como es ahora la separación consular de dos naciones, que fueron unidas. Ahí... Se siente esclava, forzada,
servidumbre, prostituta y escapada. En el borde, en el margen de un río que
separa y un puente que une. La Veneco camina desde San Antonio hasta el
puente, no mira, no habla y no quiere escuchar, es vital para ella salir de
Venezuela, no hay de otra... ya es imposible sostener el canasto sin nada, con
hambre. Deja a la madre Venezuela para ir en búsqueda del padre Colombia.
Está al precipicio sin entender quién es. No es Venezolana, ni es Colombiana es una migrante más que va y viene, la asechan y la buscan de ambos lados, así como lleva y trae sus tarjetas de ciudadana, como lleva y trae pesos o bolívares, como lleva y trae su cuerpo, cómo lo vende del otro lado sin esperanza, así sobrevive, así se asfixia, así se amordaza, así deja de visibilizar quien es, dejando al final su maleta en una morada sin tregua, sin olvido, sin esperanza, clandestino y oscuro, ahí donde los otros, los sensibles la ayudarán a encontrar su identidad.